Más cerquita de Dios… aunque nos quedemos sin agua
Más cerquita de Dios… aunque nos quedemos sin agua: La casa pastoral y el permisivo ayuntamiento.
Ya es de conocimiento público en este pueblito, en la cabecera de El Salto, que el señor cura Rogelio Gutiérrez Arellano, está llevando a cabo la construcción de su casa pastoral. Cualquiera que sea observador, podrá haberse dado cuenta de los trabajos que se extienden, ahora sabemos, a una hectárea y media en la zona sur del Cerro de la Cruz. El padre Rogelio es un líder carismático y con mucho eco, sobre todo con los nuevos habitantes de la cabecera y con influencia en “los potreros”. No hace mucho que terminó una gran obra arquitectónica, el templo de la Santa Cruz. Quiere dejar un gran legado para su comunidad religiosa, pues considera que sus fieles merecen más y una casa pastoral en el Cerro de la Cruz le vendría bien, en un lugar privilegiado desde donde pueda observarse este pueblo y más allá.
Lo que no todo mundo sabe es que este cerro está clasificado como un Área de Conservación Ecológica en el Plan de Desarrollo Urbano del Municipio de El Salto y en el Plan Parcial de Desarrollo de la Cabecera Municipal ¿Y qué quiere decir esto? Pues, según el Código Urbano del Estado de Jalisco, son “las tierras, aguas y bosques que por sus características de valor científico, ambiental o paisajístico deben ser conservadas. Su origen o estado natural y su grado de transformación, motivarán su preservación o nivel de conservación, de conformidad con la legislación en esta materia”. Y bueno, más allá de los designios legales e institucionales, este cerro conserva aún diversas funciones ecológicas, principalmente la captación de agua de lluvia y su posterior incorporación al subsuelo; es hogar de especies nativas de árboles como guamúchiles, mezquites, chirimoyos y huizaches, sí, los huizaches son árboles que, aunque la gente les vea como plaga, son quienes más ayudan a la conservación y producción de suelo para mantener vivas otras especies. ; existen plantas medicinales como la capitana, la capitaneja, la hierba del sapo, la campanilla, la salvia, la aceitilla, etc, etc.; también existen liebres, mapaches, tlacuaches, tejones y algunas personas han visto felinos medianos que alcanzan a atravesar parcelas desde el Cerro Chato.
Todo esto, valga la pena decirlo, es bastante despreciado por ejidatarios y una buena parte de la población, y qué decir de los ayuntamientos, que si bien mantienen esta figura de “protección”, no le han dado la mínima importancia a las acciones para su conservación sino y mucho menos para su restauración. Este ayuntamiento en particular, ha sido bastante permisivo con el sacerdote, pues si bien respondió con una clausura al día siguiente de la denuncia, el 7 de junio, al pago de sus multas por derribo de árboles y por falta de licencia de construcción, se le permitió continuar con la obra por más de un mes. Se le volvió a clausurar por una insistencia permanente a las autoridades de El Salto por parte de Un Salto de Vida, aunque lo que mejor dio resultado fue saber que autoridades a nivel estatal ya tenían en sus manos la denuncia. No obstante la segunda clausura, el padre sigue acarreando toneladas de material y continuando con el trabajo hormiga.
De concretarse el capricho del señor cura, el riesgo de que ejidatarios y propietarios se sientan con derecho de fincar terminaría por sepultar la seguridad hídrica de la cabecera, ya de por sí bastante vulnerada por la contaminación y por la sobreexplotación de los pozos. Los problemas y riesgos del cerro son bastos, la deforestación, la erosión, los incendios, los camoteros y sumarse esta presión inmobiliaria y religiosa no ayuda mucho, aunque el padre Rogelio quiera pintar de verde este proyecto con “beneficio para la comunidad”. Como advertencia, no nuestra, sino de la ley, el artículo 33 del Código Urbano señala que “en caso de haber realizado construcciones, ampliaciones o reconstrucciones con o sin licencia, autorización o permiso en contravención de lo dispuesto en el programa o plan correspondiente, se procederá a demoler dicha obra (…)”:
En medio de tanta podredumbre, envenenamiento y enfermedad patrocinada por las industrias y por la ciudad, un mayor beneficio social, sin privilegios ni discriminación por credo, será el de conservar nuestras mermadas áreas verdes y restaurarlas. Habrá que procurar un mayor nivel de protección de estas áreas y fondos para su restauración. Lo principal, será generar canales de comunicación directa entre la población, entre el ejido, pequeños propietarios y población en general. Muchos habrán de renunciar al beneficio monetario que les representa poseer uno o varios predios para que prevalezca el bien común de contar con espacio tan sagrado como el Cerro de la Cruz, tan sagrado que es pecado destruirlo aunque sea en nombre de Dios.
Alan Carmona es integrante de Un Salto de Vida AC
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