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El Río y la corrupción

El Río y la corrupción

A raíz del documental “SANTIAGO – TOUR DEL HORROR” he recibido comentarios y preguntas de todo tipo pero la que más me ha llamado la atención es, ¿qué hacer con las industrias?.

La industria es necesaria y los beneficios que ha traído desde La Revolución Industrial en la segunda mitad del S.XVIII, son innumerables pero podemos encerrarlos en 2 grupos; la transformación económica y el desarrollo de tecnologías, pero dicha industria es responsable en gran medida de la contaminación que hoy vivimos en gran parte del planeta, luego entonces ¿vale la pena el desarrollo económico y tecnológico si en ello se ve comprometido nuestro medio ambiente? Una difícil dicotomía para muchos.

Debo decir que no me opongo a la industria, es necesaria para dar bienestar a los 7.5 mil millones de personas que habitamos este planeta (aunque no todos tienen acceso a la tecnología y una economía digna) de los cuales 123.5 millones vivimos en México, y de ellos, solo 138 mil vivimos en El Salto (INEGI 2015) pero se estima que para el próximo año seremos 169 mil en todo el municipio (IIEG), pero en Juanacatlán, la cabecera municipal de El Salto, Agua Blanca, La Azucena, El Muey y Tololotlán vivimos 52,127 mil personas (INEGI 2015).

Cabe mencionar que hace 19 años tan solo éramos 83 mil habitantes en todo el municipio de El Salto, ¿porqué ese crecimiento tan atípico? La respuesta es la migración domestica a causa de la industria y la sobrepoblación en los municipios centrales de la ZMG. Es curioso, a finales del S.XIX El Salto (delegación de Juanacatlán) nace con las “Las Cuadras” como una colonia obrera, —modelo copiado de Inglaterra donde un siglo antes nacía La Revolución Industrial—, para tener cerca la mano de obra que garantizaba la operación de la fábrica textil apostada a las orillas del Río Santiago y que usaba la fuerza hidráulica de la cascada para generar energía eléctrica para mover los telares, una combinación perfecta de recursos naturales, capital y; obreros, además de la cercanía de la vía férrea de la estación de El Castillo para transportar el producto.

Más de 100 años después El Salto sigue ofreciendo el mismo atractivo para la industria, agua, obreros y medios para transportar el producto. Pero ahora esos obreros están apostados en grandes fraccionamientos, como lo estaban a finales del S. XIX en “Las Cuadras” asemejándose hoy en día a una macro colonia obrera, si, somos una ciudad industrial (como reza el eslogan institucional municipal) que en el pecado lleva la penitencia. Ese progreso industrial mal entendido nos ha sumergido en la devastación de nuestro medio ambiente dando paso a una sociedad que lo normaliza.

Después que las industrias utilizan el agua que sustraen de los mantos freáticos (si, tienen sus pozos) es conducida al Río Santiago, lo irónico del asunto es que el gobierno del Estado anuncio con bomba y platillo una inversión, de 3 mil 500 millones de pesos de los impuestos de los mexicanos, para limpiar esas aguas. Me detengo un poco para aclarar mi razonamiento —Las aguas contaminadas por la industria van a ser limpiadas con los impuestos de sus obreros, y de otros mexicanos— no me hace sentido alguno este planteamiento gubernamental, entiendo que no todas esas aguas son de las industrias pero según estudios publicados en la gaceta de la Universidad de Guadalajara (Octubre 2017 No. 942) lo que contiene las aguas del Río Santiago son muchas cosas más que aguas domésticas, entre ello metales pesados y otras cosas que no producimos por lavar la ropa o bajarle al baño.

Los gobiernos en turno saben (han realizado estudios) lo que el río contiene, pero para solucionar el problema no tan solo es necesario sancionar a la industria, invertir en plantas o poner vigilancia, sino también atacar la corrupción que permea dentro del mismo gobierno y que permite que esto suceda, los tres niveles de gobierno han manifestado que el problema del Río Santiago es corrupción; lo dijo Alfaro en su visita a Juanacatlán en campaña, “Vamos a contener la contaminación del Río Santiago, para evitar que las industrias sigan descargando sus aguas negras sin ningún tipo de tratamiento y mucho menos sin ningún tipo de sanción, esto que vemos en el Río Santiago también es corrupción.” Dijo, pero Andrés Manuel López lo dijo también en su visita a El Salto en 2016 “Ya hay que acabar con la corrupción en el caso particular de éste río de El Salto”, y el ahora presidente municipal, Ricardo Santillán también uso la palabra corrupción “Una gran problemática que tenemos que es la contaminación del Río Santiago, yo voy asumir todos los riesgos […] la contaminación del Río Santiago es corrupción” parece que los tres niveles de gobierno están de acuerdo en algo, es la corrupción lo que tiene al Río Santiago al borde de la muerte.

Pero la corrupción es gubernamentalmente interna y la contaminación es industrialmente externa, bajo este orden de ideas la contaminación es el producto de un problema interno gubernamental, pero el segundo está en proceso a causa del primero, luego entonces Andrés Manuel, Alfaro y Santillán tienen razón, es la corrupción al interior del gobierno. Pero para que exista la corrupción deben darse dos actores, corruptos y corruptores dentro de un terreno propicio, donde los involucrados se coquetean mutuamente.

Es por eso que he sostenido que la propuesta “integral” para sanear el Río Santiago no es tal, mientras no se incluya todos los actores involucrados, industria, sociedad y gobierno sentados a la mesa para que cada quien se haga responsable de lo que le corresponde, con apoyo de la comunidad académica y científica. Elaborar un plan real de combate a la corrupción interna gubernamental en temas ambientales que sea tangible y sujeto de medición, de lo contrario el saneamiento del Río Santiago seguirá siendo solo una buena intención; mientras tanto las denuncias de activistas van a continuar con todo el derecho que les corresponde.

*Arquímides Andrés Flores López es habitante de El Salto. Abogado y Administrador. Documentalista por afición.

*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada.

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