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Tú me quieres lastimar

Tú me quieres lastimar

Hay una mujer que de verdad detesto y no es mi ex esposa, sino otra que lastimó a un amigo, porque cuando hiere a uno, nos hiere a todes, la historia es más triste, ya que la contaremos desde una vieja cantina donde el tiempo y los despreciados se reúnen a cantarle a esas mujeres divinas o perjidas ingratas románticas insolutas.

Comencemos…

Estaba yo tomándome un chocomilk preparando la fiesta de mi amigo cuando él nos dijo que ya tenía planes, hay algo grave cuando un hombre cambia a sus amigos por una mujer (peor si ese amigo se cambia a ser mujer) pero él ya había tomado una decisión, cuando de pronto sonó el teléfono:

- Sergio.

-Hola, mi amor.

-Oye, te llamo para decirte que no voy a poder ir a la cena de tu cumpleaños, porque sabes que acaba de llegar una amiga de Puebla, me invitó a salir con unas amigas.

-Pero, tú me dijiste que vendrías.

-Sí, pero no puedo quedar mal con ella.

Era otro soldado caído, el buen Sergio de Grupo Ladrón, quien había sido traicionado de la peor manera, vestido y sin alborotar ¿que podíamos hacer? lo más lógico, irnos a emborracharnos, a mí no me habían hecho nada, pero no podía dejar ir a mi amigo a un bar solo, además allí podría encontrar un buen Consuelo…una Esperanza o cualquier otra mujer.

Al llegar vimos a un amigo, algo pálido, Manuel Acuña, tomamos asiento y comenzamos a llorar de forma varonil y no homosexual, aunque en medio de nosotros, estaba su madre como un Dios. Acuña nos hablaba de Chayito, su Rosario, dijo que su toxica apenas lo pelaba, quizás ni lo conocía porque él le hablaba muy poco, vaya tipa tan indiferente y arrogante, cuando él en su último momento de sobriedad le mando un WhatsApp:

“Pues bien, yo necesito decirte que te quiero

decirte que te adoro con todo el corazón”.

Mientras tanto Sergio veía y veía su teléfono esperando que su noviecilla recordará que era su cumpleaños y viniese por él para pasar una noche de pasión, no importa si trajera a sus amigas, incluso si solo pasaba la noche con sus amigas estaría bien, la dura pena blanquecina que sentía en sus manos lo hizo sentir más solo y lloro más, sus gritos y llanto llegaron muy lejos, unidos a los de Manuel y su madre, tanto que llegaron unos hombres del Norte, de mirada felina, que comenzaron a cantar:

“Allá en la mesa del rincón

Le pido por favor

Que lleven la botella

Quiero estar solo, ahí con mi dolor

No quiero que alguien diga

Que le he llorado a ella”.

A este triste grupo llego un sevillano, llevaba en su hombro una golondrina, bueno una ramita donde esperaba que ese pájaro volviera, aunque sea de forma oscura, Gustavo Adolfo (esta vez no era el de los Temerarios) Bécquer dijo llamarse, también tenía penas de amor y poca dignidad, pero una pluma con la que escribió:

Para que encuentren en tu pecho asilo

y le des juventud, vida, calor,

tres cosas que yo no puedo darles,

hice mis versos yo.

Decidimos irnos antes de ahí antes que la cosa se pusiera más fea, además todos comenzamos a ver como una Sugar Mommy a la mamá de Manuel Acuña, con eso de que para que la cuña apriete…y aquí había muchos palos, queríamos evitar vernos como los otros perdedores, ahí en ese bar donde había tantos borrachos, esas personas que beben tanto como yo. Si llegaba Bukowski, José Alfredo, Scott Fitzgerald la cosa se pondría fea, tanto como la traición de la novia de Sergio.


Sobre el autor: David Meneses es escritor y gestor cultural.

*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada*