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El ahogado sin rostro

El ahogado sin rostro

Hubo una tormenta la noche anterior, así que el pueblo recién se enteró a media mañana, después que unos pescadores lo encontraron. El muchacho tenía desfigurado el rostro y las personas del pueblo no pudieron identificarlo. Sin marcas de nacimiento, tatuajes o alguna otra seña que revelara a qué familia pertenecía.

El cuerpo yacía boca abajo en el agua baja, junto a un grupo de piedras metros después de la cascada. A juzgar por la primera impresión que tuvimos el detective Camacho y yo, el occiso rondaría los 30 años. Llevaba puesta una camiseta y jeans. Sólo tenía puesto un zapato, el otro se había perdido entre el jaloneo del agua y la alfombra de lirio verde.

—Muchacho, ¿cómo lo ves? ¿Crees que se ahogó o lo mataron antes?

—Detective, pues… Así a ojo rápido, creo que a éste se lo echaron antes.

—¿Cómo ves eso de que no tiene el rostro? ¿No crees que es muy poca cascada para que se le rebane así la cara?

—Una vez vi un caso similar en la academia, pero es extraño, eh. Debieron ponerle algún peso amarrado en la espalda o le rebanaron la cara antes de aventarlo.

—Ve las marcas en el cuello, parecen de cadenas. Diles que revisen bien en el fondo, por ahí debe estar lo que le amarraron.

Era muy difícil redactar la descripción del cadáver para que fuera reclamado en el pueblo. Sus señas eran muy comunes: Joven de alrededor de 30 años, tez morena-clara, de complexión media y cabello castaño. Sin tatuajes y sin marcas, lunares de nacimiento. Podían caber muchas personas en esa descripción.

Dos días después del hallazgo, una mujer del barrio de El Cerrito reclamó el cuerpo. Dijo que su hijo había desaparecido y que correspondía con la descripción. Tras algunas indagatorias, resultó que el hijo desaparecido se había extraviado cinco años antes. Por lo que el cuerpo, no pertenecía sino al sentimiento de terminar con el dolor que dejan los desaparecidos en una madre.

Los noticieros han llegado al pueblo, desde Guadalajara el canal 4 y el 7 vienen a reportear el hallazgo del cuerpo.

—Cómo si allá no hubiera más muertos, muchacho.

—¿Quién dio el pitazo, detective?

—No sé. Del fiscal estatal hoy llamaron para prevenirnos. ¿Clausuraste el lugar de la escena?

—Sí. No podrán acercarse, harán tomas, si quieren, sólo desde el puente.

Llevamos el cuerpo a la morgue por órdenes de arriba. Ahí le hicieron estudios y se esperó que fuera reclamado. Lo que como previmos, nadie reclamó.

El detective Camacho trazó en el mapa el posible recorrido que el cuerpo siguió. Aquí presento el trazo que hizo sobre el cauce del río:

Mapa: Posible recorrido del cuerpo sobre el cauce del Río Santiago

—Detective, si no es mucha pregunta; ¿por qué cree usted que lo asesinaron en La Isla.

—Muchacho, te falta mucho camino por recorrer. ¿Leíste el informe del forense?

—Una buena parte, pero no lo terminé.

—En la parte final del informe, donde el forense dedica algunos párrafos a la descripción de las heridas del rostro de nuestro sujeto en cuestión, decía que la cara de nuestro “amigo” fue retirada con cortes de una piedra de laja roja.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Sí llevaras tanto tiempo viviendo aquí, sabrías que en la Isla, es el único lugar donde se encuentra una piedra así. En el Papantón la piedra laja es gris, en la hacienda, su color tiende más al amarillo…

—Ah, por lo tanto, el lugar donde pudo ocurrir el asesinato es en La Isla.

—¡Exaaaaacto! Lo acabas de descubrir, felicidades.

—Ya, detective. Déjelo ahí. Prometo la próxima vez leer a fondo los informes y preguntar.

*

Llegamos a La Isla pasadas las tres de la tarde. El detective Camacho recorre la orilla buscando indicios. Yo hago lo mismo hasta que nos encontramos tras dar la vuelta a la pequeña planicie.

—¿Viste algo, muchacho?

—Aún nada, detective. Seguiré atento.

Pasaron escasos diez minutos cuando escuché el silbido del detective llamándome. Estaba en el extremo norte de la Isla, cerca de la calle Arenal. Miraba unas piedras sumergidas en el agua.

—Muchacho, ¿qué es lo que ves ahí?

—Piedras, detective. Ah no ser, por el color del lodo…

—Ven, mira. Mete la mano.

Metí la mano en el agua y la bajé hasta el lodo, sentí algo gelatinoso.

—Muchacho, saca eso que está ahí.

—¿Detective, así nomás?

—¡Sí, ándale!

Jale despacio aquella cosa blanda y gelatinosa enterrada en el lodo, algunos pescados salieron de entre las piedras y del lirio y comenzaron a darle pequeñas mordidas.

—Sácala completa, con cuidado de no rasgarla, muchacho.

“Aquello” parecía una máscara de luchador, una funda de piel con los orificios de los ojos, la nariz y la boca bien definidos. Su color en los bordes era morado y se desvanecía hacia el centro en manchas rojas y verdosas. Amarilla la nariz y sin cartílago mostraba las vibrisas negras.

—¡Bien hecho, Jorge! Hemos encontrado la cara de nuestro amigo.

Guardamos la cara del difunto en una bolsa con hielo. Esa tarde no reportamos ningún hallazgo importante en nuestra investigación, sabíamos que los estatales nos quitarían la evidencia y el caso no caminaría.

*

A los dos días del encuentro de la rebanada de cara, empezámos con las entrevistas.

—¿Por dónde iniciamos, detective Camacho?

—Hay que empezar en las terrazas del malecón, seguro que alguien debió ver algo.

Informe de entrevista 1. Don Cuco, dueño de la terraza El Paraíso

Don Cuco refiere que la noche anterior a la aparición del cuerpo, vio a varias personas cruzar hacia la Isla. Alrededor de las nueve de la noche, el testigo se encontraba junto al cauce del río quitando las escamas de unos pescados en el lavadero. Recuerda ver a dos hombres y una mujer desconocidos. Platicaban en voz baja y no pudo escuchar mucho de la conversación. Es conocido que a Don Cuco le es agradable estar muy bien informado de los acontecimientos que ocurren en el pueblo. De lo que sí está seguro, es que esa noche había juegos de póquer en la isla.

Informe de entrevista 2. Pedro, mesero de la terraza Riviera

Pedro relata que la noche en que sucedió el crimen, se encontraba de turno en la terraza Riviera. Menciona que fuera de todo lo extraño e inusual que suelen ser los comensales que llegan al pueblo, tres personas llamaron su atención. Una mujer y dos hombres. Uno de los hombres de seguro era extranjero, de algún país africano, pues era negro y muy alto. La mujer y el otro hombre, no eran del pueblo. Solicitaron al gerente ser colocados en la mesa más alejada del local. Después de llegar sus platillos pidieron no volver a ser molestados. El mesero refiere que después de terminar la cena, los sospechosos jugaron póquer en la mesa. El hombre, que no era el africano, movía muy rápido las cartas. Probablemente era un tahúr muy duro, porque en todas las ocasiones ganó los juegos.

Informe de entrevista 3. Rosalía, cantinera del tugurio “El Arenal”

La cantinera describe que alrededor de las nueve de la noche, un africano y un hombre que no era del pueblo, compraron distintas botellas de licores. Entre ellas una de vodka, ginebra y un lillet que nadie había comprado en años. Los dos hombres cruzaron a la isla con todos los licores. Alrededor de las nueve y treinta de la noche, Rosalía menciona que ocho personas más cruzaron hacia la isla a la noche de póquer.

Llevé las entrevistas al cuartel para revisarlas con el detective Camacho. Puse la cafetera al tope, la noche sería larga para una investigación en la que teníamos poca evidencia que nos acercara a la identidad de nuestro muerto sin cara. Indagatorias, fotografías, la piedra de laja roja de la isla, el póquer. ¿Qué más?

—¿Qué te dice toda esta información del caso que reuniste, muchacho?

—No me dice mucho detective. Sólo que el muerto es una víctima más del póquer que se juega en la isla.

—Te dije que logré identificar el cadáver desde hace dos días.

—¡¿Qué?! ¡No joda detective…! ¿Cómo lo hizo?

—Te lo diré muchacho, pero necesito que de ahora en adelante, leas todos los tomos de la investigación policial de la escuela del FBI.

—Está bien, detective. Lo haré de ahora en adelante.

—Esos libros no son fáciles de conseguir, y están ahí a tu disposición. Desaprovechados porque prefieres estar entrevistando a cuanta mujer te parece atractiva en las terrazas.

Guardé un largo silencio en lo que el detective se acomodaba en su silla, encendió un cigarrillo y me miró como a quien mira a un tonto.

—Bien, muchacho. Primero, debo admitir que “algo” de la información que recolectaste, aunque en su mayoría es basura, me ha ayudado a descubrir la identidad de nuestro occiso. Segundo, la primera de las pistas está en la entrevista del mesero, en el tahúr que llegó a la terraza “El Paraíso”. Si conocieras por lo menos un poco el mundo de los tahúres, sabrías que ese personaje es Carlos Gracs. Un jugador de cartas cubano que siempre está acompañado por su guardaespaldas, el africano de dos metros. Dando cuenta de que Gracs y sus muchachos estaban en el pueblo, el póquer de la isla se pondría interesante por las elevadas apuestas que se jugarían esa noche. Segunda pista, la de la cantinera; ¿qué clase de persona en este pueblo compraría una botella de vodka, de ginebra y una de lillet? Muy pocos, ciertamente. Pero lo interesante es que con todos estos licores se puede preparar un Martini Vesper, un cóctel que beben pocos jugadores de cartas “pesados” en los casinos de Las Vegas. A todo lo anterior, y que nos acerca a la última pista; ¿que vendría a hacer un jugador como Carlos Gracs a este pueblo, y más al póquer de la isla?

—Las altas apuestas, detective Camacho. El dinero atrae a todo el mundo a cualquier rincón.

—Debo confesarte, muchacho. Que por un momento el asunto no fue importante para la investigación. Pero en una de las vueltas que tuve la semana pasada a Guadalajara, visité a mi amigo Pedro Paluo, de prensa internacional, que como sabes, pega la primera plana de los periódicos de Estados Unidos al muro de su oficina para después analizarlos. Cuando revisaba los encabezados del estado de Nevada, una nota del “Las Vegas Review-Journal” llamó mi atención. El encabezado decía así: “Jugador de cartas profesional desaparece antes de la competencia mundial de póquer en Las Vegas”. Después, aparecía una fotografía del desaparecido, tomada de alguna de las competencias donde había estado. Junto a él y encima de la mesa de juego, estaba un inconfundible martini vesper, que en lugar de tener una aceituna, tiene piel de limón dentro. Sabido esto, nuestro hombre asesinado esa noche, es nada más y nada menos que el campeón mundial de póquer Jacob Ramírez, que en la noche de su muerte enfrentó al tahúr Carlos Gracs en la isla. Que de acuerdo con las indagatorias que recabé, este último perdió una gran apuesta y re-apostó lo perdido a Jacob Ramírez, que volvió a ganar el juego. Cuando un hombre apuesta y pierde todo lo que tiene y llegará a tener, se puede ser capaz de todo. Ese fue el móvil por el que asesinaron a nuestro amigo y porque le arrancaron el rostro. Un motivo de más de quinientos mil dólares. Muchacho. ¿Cómo te quedó el ojo?

Desde mi lugar vi como el rostro del detective Camacho se regocijaba al terminar el caso. Nos levantamos de las sillas, cerramos la oficina y nos fuimos a descansar a casa. Por la tarde habría que llevar el caso a “arriba” para que se iniciaran los arrestos…

Ramiro Corona


Sobre el autor: Ramiro Corona es naturalizado por voluntad como originario de Juanacatlán Jal. Su pasión por la investigación le ha permitido conocer e instruirse en diferentes universidades alrededor del mundo. Es un voraz lector de literatura, un oportunista poeta y si bien es diestro para escribir, es zurdo en su pensamiento.