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Los de las Cuadras y Los del Cerro

Los de las Cuadras y Los del Cerro

Durante los primeros años de la colonia industrial, se desarrolló un estilo de vida estable en cuanto a lo que a la sociedad se refiere, con horarios establecidos para sus actividades diarias, vecinos todos conocidos, con más o menos el mismo sustento, es decir, el tipo de vida de los obreros era muy parecido en costumbres, educación, nivel y calidad de vida.

Los hombres, al tener acceso a un ingreso semanal fijo, se ocupaban de completar el sustento a través de actividades que al mismo tiempo resultaban recreativas, como la pesca y la cacería, las mujeres por su parte, elaboraban y comercializaban artículos de vestir o alimentos. Este estilo de vida estable y cordial permitía una cultura de convivencia entre los pobladores. 

La cercanía entre las casas de “Las Cuadras” (que así era como se conocía esa zona del pueblo) creaba un ambiente familiar, al convivir tan cercanamente tanto en el ámbito laboral como en el cotidiano, y más con el choque cultural de costumbres europeas, los obreros y sus familias crearon lazos muy cercanos entre sí, a modo de clan, y como en todas las familias que entre hermanos se apoyan, también surgían disputas y desacuerdos, pero encontraban la manera de  reconciliarse y continuar viviendo con la armonía propia de aquella época, que afortunadamente aún se conserva. 

Por los años cuarenta, llegaron más habitantes a la parte alta del pueblo, más allá de la muralla, en aquel tiempo en esa zona se encontraba un portón que permanecía cerrado durante  la noche, a la altura de la calle 900 y se abría por la mañana. Esa época fue la primera vez en que, al llegar otros habitantes, se modificó el estilo de vida, las actividades sociales y económicas se diversificaron y los habitantes se acostumbraron a convivir con personas que habían llegado de “quién sabe dónde”. 

En un principio, esta división de casas, representó una especie de rivalidad entre los integrantes de los dos barrios, por lo que se denominaban entre ellos como “los de las cuadras” (los que pertenecían a la colonia obrera Rio Grande) y “los del cerro”, estos últimos habitantes, recién llegados de distintos municipios de Jalisco o de algún otro estado de la República, vinieron también en busca de prosperidad económica, tenían la intención de establecerse permanentemente y para ello compraron terrenos donde edificaron sus viviendas, con mayor extensión que las que ya se habían establecido en las cuadras, algunos incluso rentaban donde habitar, ya sea porque estaban de paso o simplemente su situación económica así lo requería. 

Algunos lograron instalarse como obreros en la fábrica, otros se dedicaron a proveer distintos servicios, de tal manera que comenzó a activarse la economía en el pueblo con esas actividades, tales como: la comercialización de tortillas hechas en máquina, panadería, venta de forraje para ganado, leche, queso, transporte público, venta de muebles, carpintería, fabricación de artesanías y muebles de papel mache, venta de abarrotes, cremería, clases y  venta de repostería etc.   

Las nuevas casas que se construyeron tenían en su mayoría, la ventaja de un terreno amplio, que permitió a muchos aprovechar el espacio para instalar un corral y plantar árboles frutales o colocar algún chiquero o gallinero, esto les permitía llevar a cabo el sustento de la familia con la venta semanal de carne de puerco, carnitas, chicharrones, manteca o pollo fresco.

La actividad se llevaba a cabo mediante encargos, las mamás mandaban a sus niños a visitar casa por casa preguntando: “Oiga, qué mi mama va a matar pollo (o puerco según el caso) ¿que si va a querer y cuánto?”. Una vez hecho el pedido, al día siguiente se sacrificaba el animal, entregaban el producto y cobraban lo correspondiente, la mayoría de las veces se entregaba el pedido en los propios recipientes de la gente, trastes de barro, canastas etc.  

Lo que une a todos 

En un principio existieron conflictos por el tipo de educación que se impartiría. Este proceso se fue adecuando a la cantidad de alumnos, las ideas sociales y políticas de las instituciones y a los espacios que fungieron como sede de la educación de los niños del pueblo mucho antes de la llegada de lo que hoy conocemos como escuelas públicas por parte de la SEP.

Pasó de ser impartida por la iglesia a ser completamente laica, y de estar establecida en la entrada de la fábrica, pasó a la vicaría parroquial, de la quinta Lorenza a donde actualmente se conoce como la casa de ejercicios, y posteriormente a la conocida como la escuela de abajo; cuando llegaron los habitantes del cerro fue necesario implementar más espacios así que se instaló la escuela de “Las Ortíz”, en lo que era el mercado o jardín frente a la tienda de raya, donde actualmente es la casa de la cultura. 

Cabe decir que una vez instalada, la escuela, obstruyó la vista principal de la casa de la cultura, que es uno de sus mayores atractivos, y como se ha mencionado antes, de estilo europeo.  

Dentro de la escuela no se veían tan marcadas las diferencias entre clases sociales debido a que solo había un par de establecimientos donde conseguir el material escolar además de zapaterías y casi todos compraban sus zapatos idénticos, de modo que había mucha igualdad entre los niños, incluso a la hora del recreo durante los juegos, nunca hubo discriminación entre ellos si algunos eran de“ las cuadras” o “del cerro”, si había algún desacuerdo o pleito ellos mismos se identificaban y aclaraban de donde era cada quién por si alguien llegaba a señalarlos, en todo caso las maestras siempre tuvieron gran autoridad en cuanto al orden se refería, cabe mencionar que los métodos de disciplina eran muy distintos a los actuales, en aquella época era común y lejos de ser mal visto alguno que otro reglazo o jalón de orejas por parte de los educadores. 

El trabajo, la solidaridad y la diversión siempre han caracterizado a nuestros pobladores, lo que ha incitado a los visitantes a volver e incluso quedarse a vivir aquí. 

Sobre la autora: Verónica Becerra es habitante de la Cabecera Municipal de El Salto y promotora cultural. 


*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada*

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