Un viejo amor (capítulo 9 y 10)

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Capítulo IX
Roberto colocó el tenedor sobre la punta del pay y comenzó a trozarlo, y probarlo, lo terminó de inmediato. Y casi giraba los ojos hacia arriba al disfrutar cada bocado del pay de mariscos. Entonces bebió su rusa y también mostraba agrado al refrescante sabor de la misma.
José y Amanda se miraron asombrados y se rieron.
. —¿De dónde conoces a papá? Preguntó Amanda.
. —De su taxi, y lo que él les dijo. Contestó Roberto.
. —Es muy extraño que no tengas recuerdos, quizás deberías ir al médico. exclamó José.
. —Entonces se escuchó en la pantalla del restaurante la noticia del multimillonario internista desaparecido, cuya familia ofrecía recompensa. Se había encontrado su cartera muy lejos de su edificio, su carro aún estacionado en su edificio. La policía investigaba el caso.
Entonces timbró el celular de José, era su mamá, le pedía que regresara para ayudarle a llevar ropa y comida a donar al albergue.
Roberto preguntó si se quedaba a ayudar a Amanda o se retiraba. José le pidió que lo acompañara, nunca miraron la pantalla con la foto de Roberto.
Se fueron y Amanda cambió el canal sin ver la foto y señas que mostraban en el noticiero.
El señor Doroteo le pidió a Roberto que los acompañará a él y a José a repartir la comida y ropa al albergue, y posteriormente harían algunas reparaciones al albergue.
Roberto estuvo muy ocupado entregando ayudas y reparando para pensar en sí mismo. Pero como si fuera un don, estuvo también observando al señor Doroteo todo el tiempo y notó que se cansaba, se agitaba fácilmente, que se mareaba, su respiración era corta y su voz sonaba muy queda, casi débil. Le preguntó si se sentía bien, y el señor ya de edad avanzada contestaba que sí.
. -- Debemos mandarle hacer estudios, aún está a tiempo de checarse dijo Roberto a José.
. —¿Eres médico o algo así? Preguntó José.
. —No lo sé, pero vamos a ayudar a tu papá a sentirse mejor. Dile que se haga los estudios de colesterol, triglicéridos y glucosa, vamos descartando enfermedades y sobre eso trabajaremos.
José habló con su papá y aunque no fue fácil, accedió hacerse los estudios. Robertointrodujo su mano izquierda en su bolsillo casi como un impulso natural en él, y sacó una tarjeta de alguna clínica privada bastante elegante, le pareció conocida, pero supuso que se la habría dado cualquier repartidor de la calle. Le pidió prestada una pluma y la firmó por la parte de atrás. Se le hizo fácil entregarla a José:
. -- Mira aquí hay una clínica en ese edificio y muestra el piso del consultorio. Mencionó Roberto.
. —¿De dónde sacaste eso? ¡Creí que no encontrabas tu cartera! Dijo José.
. —De un libro de Manuel Acuña, al parecer lo utilicé de separador en dos poemas.Contestó Roberto.
. ---Dice allí que trabajan incluso días feriados y celebraciones, acompaña a tu papa. Insistió Roberto.
Se fueron a la ciudad José y el Señor Doroteo, y le realizaron los estudios al señor Doroteo, pero al regresar le mencionaron a Roberto que esa clínica que les recomendó estabaasociada con un hotel- clínica en los cabos. Aclararon que sí practicaban algunos estudiosen ese edificio, y aceptaron realizarlos al señor Doroteo. También mencionaron que habían surgido muchas preguntas sobre dónde habían conseguido la tarjeta, pues el internista dueño de esas clínicas se encontraba ausente. y con la firma, los estudios no tendrían costo alguno, pero que tenían que regresar en algunas horas para recoger los resultados.
Roberto pidió quedarse afuera de la casa para tomar un poco el aire fresco, y digerir lo que le acababan de decir, el señor Doroteo y José entraron a la casa a descansar un breve momento de la ida a la ciudad, comer algo y prepararse para salir de nuevo a recoger los resultados de los estudios del señor Doroteo.
Justo en ese momento llegó Amanda con su sonrisa que estrenaba desde el primer día que vió a Roberto. Estacionó su Jeep y vió a Roberto sentado en la banca de la cochera. Amanda sacó unos papeles de la guantera; era una solicitud, y un permiso de expansión para construir una segunda planta a su restaurante, le iba muy bien en su negocio de comida.
. —¡Hola Roberto! Saludó Amanda de manera amable y dulce, mientras sostenía los documentos en sus manos.
Roberto la vió acercarse y la veía con demasiada familiaridad, pero no la reconocía.
¿Cómo podía ser ella? ¿Cómo podía constatarlo? Nunca supo su nombre, pero sus facciones coincidían con la chica de sus recuerdos.
. —¡Hola Amanda! Habías mencionado que te parezco conocido, de algún lugar o como si nos hubiéramos visto antes. ¿Dime de dónde?
En eso salieron la mamá de Amanda, Joaquín, su esposa e hijos
. --Chicos vamos a pedir posada. Dijo la Sra. Luisa.
. —¡Vamos! Exclamó con alegría, y muy emocionada Amanda.
Salieron de la casa y en el camino encontraron a otro grupo de personas, todos con sus familias y a los niños les dieron una vela pequeña.
Cantaban villancicos. Roberto observaba incrédulo a todas las personas a su alrededor, cantando sonrientes y amables villancicos.
Llegaron a una casa y cantaron santos peregrinos, y la familia dentro de la casa cantaba frases de respuesta. Pasaron algunas horas y Roberto perdió noción del tiempo.
Todo esto fue increíble para Roberto. ¿Qué tradiciones eran estas, por qué él las desconocía?
Los invitaron a pasar y les invitaron tamales de cenar, había vasos de champurrado en una mesa para que cada quien tomara uno. A Roberto le dieron una bolsa llena de dulces, también había mandarinas, cacahuates y caña dentro de la bolsa. Esas bolsas de dulces solo las daban a los niños, pero al ver la expresión de alegría de Roberto, decidieron darle una también.
Regresaron a casa y José le dijo a Roberto que había llamado a la clínica y pidió los resultados por una red social de mensajes privados, y al día siguiente le enviarían a domicilio el sobre con los resultados impresos. Roberto abrió y leyó el mensaje enviado por la clínica y vió que todos los niveles eran aún reversibles. Se alegró y sabía que, si se cambiaban algunos hábitos alimenticios y rutinas del papá de José, podía sanar.
Le explicó que no dejaría de comer grasas, pues hay vitaminas liposolubles, hay grasas naturales buenas, que con moderación son sanas.
Le preguntó a José donde podía conseguir una laptop, José le dijo que le prestaba la suya, él tenía una muy buena, pues era programador.
Roberto le escribió un menú diario y rutina de ejercicios al papá de José. Agregó pescado tres veces por semana, evitar pasar tantas horas sentado en su taxi, e hidratarse más.
. —Mi papá es pensionado, y se enfada de no hacer nada, por eso decidió ser taxista, dice que así se pasea y otros pagan el paseo. Dijo entre risas José.
. -- No va a querer dejar su taxi. Continuó José.
. —Con que disminuya las horas es suficiente, digamos como si fuera un trabajo de medio tiempo. Dijo Roberto.
. --Necesita seguir estas instrucciones al pie de la letra, y comprar ese medicamento; hay snacks, hay postres, hay carnes de todo tipo, hay ensaladas, cremas y sopas. La linaza le ayudará, pero debe comprarla entera y licuarla en smoothies todos los días por diez días. Con el amaranto puede ser más generoso e ingerirlo diario, igual en ensaladas de frutas, o ciertos jugos etc. Quiero que aprenda a comer sano. Necesitamos que vaya al restaurante de tu hermana o le envíen pescado dos o tres veces por semana. Los omegas le harán bien.
Tu mamá cocina muy sabroso, igual tu hermana, pero tu papá se descuida. Debe mantener esta rutina hasta que se vuelva hábito y algo cotidiano. Ayúdale a mantenerse así dos meses o tres notará inmediatamente los cambios.
. —Muchas gracias Roberto, no tenemos como pagarte esto que haces por nuestro padre. Oye Debemos comprar cosas para la cena navideña, ¿vamos? Preguntó José a Roberto. En tono amistoso.
. —¡Vamos! ¿ya es hoy? ¡No puedo creerlo! contestó Roberto.
Capítulo X
Mientras tanto continuaban mostrando su foto en los periódicos y en los noticieros, en todas las redes sociales y espectaculares. Un vocero de sus papás ofrecía dinero a quien tuviera cualquier noticia de él.
Un vagabundo fue entrevistado y afirmó haber visto un ángel descender, y ponerse un abrigo que alguien olvidó en una banca de un parque. Decía que él ángel se acercó a unhombre con esas descripciones del hombre que sale en las noticias y periódicos. El vagabundo aseguraba que vió al ángel ayudar a subir a ese sujeto que buscan, a un taxi. Dijo que emanaba luz blanca y las alas salían por debajo del abrigo, pero como ya se estaba haciendo noche, la gente con sus prisas no lo notó.
Obviamente su testimonio fue tomado a la ligera, como burla, y desechado inmediatamente. Los oficiales a cargo de la investigación no creían en el testimonio del vagabundo. Todos lo tomaban como otro vagabundo ebrio.
El vagabundo escribió un letrero en un cartón, con las siguientes palabras:
. —“Los ángeles caminan entre nosotros y nadie los ve por las prisas”.
José necesitaba hacer algunos trabajos para sus clientes, requerían que programara ventanas y cosas nuevas para mejorar los servicios de sus tiendas en línea por ser navidad. Le ofreció una disculpa a Roberto y le pidió que acompañara a Amanda a las compras de la cena de navidad.
Amanda le preguntó a Roberto por qué no se rasuraba la barba, le hacía ver mayor. Él se rió y dijo que, si encontraba una barbería abierta a esa hora en vísperas navideñas, se rasuraría la barba.
Ella contestó que tenía una amiga y se dedicaba justo a eso, y estaba arreglando señoras para las fiestas navideñas, si no le importaba podían ir. Él accedió, no podía negarse a Amanda, lo que ella dijera a él le parecía bien, más que agradarle le gustaba. Y Amanda también mostraba gusto por la compañía de Roberto.
Llegaron con su amiga Mimy, una estilista profesional, quien tenía una larga fila de señoras y muchachas, con tintes en proceso, gorros para mechas, peinados, cortes etc.
La amiga de Amanda sabía que ella jamás llegaría a última hora y sin cita, no era ese tipo de chica, también sabía que, para presentarse así, es porque era algo importante. Le sonrió y dio la bienvenida.
Amanda sonrió y presentó a Roberto.
Su amiga fingió que Amanda tenía cita, y en voz alta le preguntó qué trabajo gustaría, porque había olvidado lo que le había pedido al agendar. Le guiñó un ojo a Amanda y esta supo inmediatamente el favor de su amiga.
Amanda contenta por el favor de su amiga le dijo que la barba de Roberto estaba muy grande, si podía rasurarla, y cortarle un poco el cabello, más moderno, pero elegante. Su amiga inmediatamente lo sentó, le colocó una bata, le lavó su barba y comenzó a rasurar con una maquinita especial que encargó en línea, comenzó a peinar su cabello y con un atomizador en mano, recortaba algunas puntas del cabello, peinaba otras y terminó un corte fantástico, elegante pero moderno, tal como lo pidió Amanda.
Roberto se veía realmente guapo sin barba, se apreciaban mejor sus facciones y ya no se ocultaban sus labios delgados bajo ese bigote, y esa larga barba de vikingo, el corte de cabello resaltaba sus ojos, tenía una mirada seductora y ceja ancha, muy masculina y ojos verdes.
Amanda sacó dinero de su cartera y se lo dio agradecida a su amiga Mimy, se dieron un abrazo de mejores amigas. Su amiga le dijo al oído a Amanda que se veía muy contenta, que hacían bonita pareja ella y ese chico guapo. Amanda se sonrojó, le aseguró que solo era un amigo de la familia. Su mejor amiga Mimy la conocía de siempre, y con ella contaba en las buenas y en las malas, era una verdadera amiga, Amanda nunca le decía, pero la quería como hermana.
Salieron de allí Roberto y Amanda y se dirigieron a una tienda. Compraron mandarinas, tejocote, guayaba, tamarindo, mandarina, caña y todo lo que lleva el ponche navideño mexicano. Compraron dos piñatas, dulces artesanales mexicanos, quesos adoberas y panelas, chiles poblanos, chiles mirasol, guajillo, etc. y ya con todas las compras hechas,decidieron ir a la plaza principal.
Era un pueblo en verdad pequeño; con árboles arrayanes, limones, mandarinos, naranjos, guamúchiles, nopales con sus tunas, y manzanos entre otros árboles frutales. La gente era muy amigable. Amanda le platicó sobre la iglesia y su historia al ser la única iglesia de su tipo por su arquitectura entre otras cosas. Lo llevó a los jardines de la plaza y al kiosco que encendía unas lámparas por fuera de la estructura superior, las cuales encendían en la noche y apagaban hasta las siete de la mañana, tenía unas esculturas de hierro, eran mujeres con alas, eran ángeles. En verdad robaba el aliento de tan preciosa imágen y lo bien conservado que estaba en toda su herrería, lámparas, techo, piso y escaleras.
Se sentaron en una de las bancas y vieron el cielo. Algunas estrellas aparecían como bellas notas musicales. Roberto miró a Amanda a los ojos y le preguntó:
. —¿Por qué me preguntaste si nos conocíamos de algún lugar cuando me viste por primera vez? Te miro y no quiero mirar nada más, siento que también te conozco, pero no sé dónde, siento que eres lo más cercano a lo conocido y familiar que tengo por ahora. No me siento solo cuando estoy contigo.
. —Amanda lo miró y se puso de pie y contestó:
. —No lo sé, pero me recuerdas a alguien, probablemente es solo idea mía. También me siento cómoda a tu lado, hay una familiaridad en ti, un aire de amabilidad hacia mi, me doy cuenta, como me miras y miras mi lunar, la manera en que me hablas, como te acercas a miy cuando me ves,
Enderezas tu espalda y caminas con más estilo. ¿Me quieres impresionar Roberto?Preguntó Amanda con una sonrisa pícara y unos ojos de ilusionada.
. —No, te quiero cortejar, te quiero pedir si podemos continuar con esto que sentimos, aún solucionada esta situación tan extraña.
Al fondo se escuchó una banda en el kiosco, tocaba música romántica. Su vocalista comenzó a interpretar Nocturnal, estilo Pedro el tan querido artista de todo México, y también tenía una voz bastante entonada y era un profesional. Las parejas se pusieron de pie y comenzaron a bailar alrededor del kiosco.
. —¿Qué sucede? preguntó Roberto.
. —Es una tradición del pueblo bailar alrededor del kiosco, si te fijas las familias se sientan en las jardineras, las parejas mayores que bailan alrededor del kiosco, y los niños y jóvenes alrededor de la parte exterior de la plaza. Dijo Amanda.
. —Roberto, desconocía esta música, pero sabía bailar, sabía de tiempos, ritmos, y géneros musicales. Sus padres lo habían enseñado, pues bailes para caridad y eventos sociales había muchos y todo el año. Como todo un caballero se puso de pie, tomó de la mano a Amanda y le dijo:
. --- Sé bailar, ¿te enseño? Dijo Roberto.
Amanda rió y contestó:
. ---Sí.
Comenzaron a bailar, ella recargó su cabeza sobre el hombro de Roberto, se dejó llevar y guiar por él. Roberto la tomó tiernamente de la cintura y extendió su brazo, haciendo girar a Amanda en un solo movimiento, al regresarla quedaron de frente, sus bocas demasiado cerca para ignorar que las palpitaciones de ambos estaban incrementando.
Roberto se alejó y continuó bailando con Amanda sin volver a acercarla de tal manera de nuevo, ella sentía una inmensa necesidad de plantarle un beso, él también pero no debía, no sin pedirlo primero.
Timbró el celular de Amanda, ella contestó, era su mamá, tenían que llegar y aún cocinar para la cena.
Ambos se apartaron y caminaron hacia la Jeep de Amanda. Un joven se acercó y les ofreció un ramo de gardenias.
. —¡Para su novia Joven! Exclamó el vendedor, guiñando un ojo.
. —Roberto sonrió y sacó algunas monedas de su saco y le entregó el ramo a Amanda, subieron al auto en silencio, pero ambos con la emoción del baile, y del casi un beso.
. — ¿Y ese dinero, creí que no tenías nada contigo? Preguntó Amanda, mientras bajaba la mirada y olía su ramo de gardenias, y al terminar la pregunta, miró hacia Roberto.
Continuará...
Autora: Jenifer Silvia García Vélez
Sobre la autora: es oriunda de El Salto. Estudio la licenciatura en docencia de inglés como lengua extranjera.
Ama el cine mexicano de la época de oro. Comenzó a escribir cuentos, la inspira plasmar palabras que puedan motivar a las personas.
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