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Mater Admirabilis a Virgen Hilandera. De Roma a El Salto ¿Cuál es su origen?

Para conocer el génesis de la historia de la Madre Admirable, tenemos que remontarnos a Roma, Italia, en 1844.
Mater Admirabilis a Virgen Hilandera. De Roma a El Salto ¿Cuál es su origen?

"La Virgen Hilandera", con ese nombre adoptaron los obreros de la Fábrica Textil Río Grande a la Virgen Madre Admirable.

Según datos históricos, fue el 20 de octubre de 1905 cuando doña Dolores Martínez Negrete de Bermejillo (propietaria de la Hacienda Jesús María) regaló la imagen de la Madre Admirable que tenía en la capilla de la hacienda de “La Azucena” a los entonces habitantes de El Salto de Juanacatlán, que en su mayoría eran familias con algún integrante trabajando en la Fábrica.

La Madre Admirable fue trasladada a El Salto donde los obreros de la fábrica de Río Grande comenzaron a llamarla “La Virgen Hilandera” y a tributarle honores reconociéndola como su especial abogada y protectora.

Dicha imagen fue hecha en Francia y actualmente se le tiene en gran veneración y está colocada en el centro del Altar Mayor del Templo que lleva su nombre: Madre Admirable.

Pero para conocer el génesis de la historia de la Madre Admirable, tenemos que remontarnos a Roma, Italia, en 1844.

Mater Admirabilis fue pintada en 1844 por Paulina Perdrau -postulante de las religiosas del Sagrado Corazón- en una pared del convento de Trinità dei Monti, en Roma. 

Esta obra representa a la Virgen María, la madre de Jesús, pero antes de recibir la anunciación del ángel. ¿Por qué se llama Madre Admirable? Porque el papa Pío IX, cuando visitó el monasterio el 20 de octubre de 1846, se detuvo admirado frente a la imagen y exclamó: “¡He aquí verdaderamente a la admirable Madre!”.

La imagen representa a María adolescente, cuando mediante la oración, el estudio, el trabajo y la pureza, se forma, en el templo de Jerusalén, para su sublime misión. La oración está simbolizada por los ojos bajos y meditativos de la Virgen y el panorama de praderas y de cielo que se abre a sus espaldas; el estudio, por el libro abierto que yace sobre su canasto de costura; el trabajo, por el huso que sostiene en su mano; la pureza, por el lirio que se yergue a su costado.